Erick Beltrán
ATLAS EIDOLON
Miércoles, 5 de marzo, 19.30 h
Museo Tamayo, México
Existe una tradición del pensamiento, emparentada
con la historiografía, que explica las relaciones del universo a través de las
imágenes. Mediante la lectura de las imágenes es posible visualizar las fuerzas
que viven en la psique humana. Para comprender el mundo, el ser humano
fracciona los hechos y las cosas en unidades, con las que comparamos y distinguimos
con el fin de obtener un conocimiento.
Dicha tradición piensa que al realizar una
combinación de imágenes o unidades es posible leer órdenes subyacentes en el
mundo, por lo tanto, los significados se podrían agrupar en las diversas
combinaciones o montajes de imágenes.
La psique colectiva de un país se puede medir por
medio de su bagaje iconológico. ¿Cómo hacer un catálogo de estos iconos? ¿Cómo
presentarlos en sus posibles combinaciones? ¿Cómo hacer una máquina de lectura
combinatoria para visualizarlos? ¿Cómo visualizar nuestra memoria pública?
El problema de la interpretación del presente a
través del pasado nos conduce inevitablemente a preguntarnos por la existencia
de un narrador. ¿Quién es y de dónde proviene esa voz omnisciente?
La pugna por encarnar esa voz es la lucha por el
consenso colectivo: medios de comunicación, políticos, la policía, sensores,
educadores, religiosos, defensores de intereses económicos y el individuo mismo
están en esta centrífuga que trata de dar sentido a una narrativa. Todos luchan
por definir la memoria, por ser la voz del narrador, ya que la memoria –a fin
de cuentas- define lo visible. Si algo no está dentro de esta pugna social, no
existe.
¿Por qué si en México tenemos una memoria llena de
tragedias, corrupción e incongruencia, se repiten los modelos de aparición en
lo público (políticos) e inclusive adquieren más fuerza? ¿Por qué si ciertas
imágenes aparecen como pesadillas recurrentes, se instauran definiendo el
presente, dando la impresión de ser parte de una realidad inamovible? ¿Por qué
si reconocemos a los personajes, su función, y lo que representan, los
resucitamos con otros nombres y otros actores?
¿Por qué si nuestra historia ha sido una lista de
saqueo que beneficia sólo a un pequeño grupo, hacemos que esas imágenes regresen?
¿Por qué las figuras se niegan a dejar su lugar, y los patrones se vuelven a
imponer? ¿Por qué la fascinación hacia esas imágenes y su reproducción
infinita? ¿Qué tipo de vínculo estamos estableciendo con esas imágenes?