21 mar 2013

LATIDO ANTECEDENTE Javier Peñafiel

De nuevo inauguro en la Galería Joan Prats de Barcelona, es mi tercera muesra personal. Ayer, cuando terminaba el montaje con el querido equipo de la galería, comprobábamos que los tres habían sido muy diferentes. Estoy contento con este en especial. El punto de partida son los proyectos de estos años,  Distancia, miento  y  Locución Merkel-Bachelet.  A partir de la manía Brechtiana de los cuadernos modelo y su forma de recortar la actualidad, he ideado una exposición colageada para el espacio que Sert diseñó en su día, atendiendo mucho a su personalidad. Incorporé dos fragmentos en vídeo extraídos de los 50 minutos del proyecto total, una serie nueva de collages de fotos y textos en dos formatos: uno que se despliega como un mapa de todos los materiales con una intención de cartografía sentimental y otro mucho más objetual, también he incluido dos grandes dibujos anteriores que, para mi, son premonitorios y que funcionan como pieza teatral, casi.

¿Cuándo comenzó mi atención por Berlau y la DDR? En los años 80, en uno de mis primeros trabajos, mi amigo Mariano Anós  me encargó unos dispositivos escenográficos de grandes dimensiones que eran en realidad una pintura delicada. La obra que él dirigía era Cuarteto de Heiner Müller. En aquel entonces estaba muy adicto a lecturas alemanas, mucho.  Botho Strauss y Christa Wolff eran mis favoritos y un libro de ella me acercó a la DDR que nunca pude visitar y que ahora, más de dos décadas después de su anexión, es irreconocible. DDR se convirtió en un fantasma con matices melancólicos y también, incluso en un fetiche comercial para muchos, con la “Ostalgia”. En 2004 compré un libro, en una librería de viejo en Prenzlauer Berg, sobre la fotografía de Berlau (el libro de Grischa Meyer) y me entusiasmé.  Hemos asimilado no muy bien las teorías del distanciamiento (extrañamiento), extrapoladas por la literatura de diagnóstico deconstructivista y metabolizadas  por la maquinaria de  simplificación historicista. Pero, al igual que podemos pensar mejor la comunidad con Rosa Luxemburg que con ningún otro hombre comunista, algo así sucede si vemos el trabajo del teatro desde la óptica de las mujeres que conformaban el equipo que fue conocido como la autoría Brecht. No quiero ni hablar de temas espectaculares y oportunistas como los estudios de Fuegi y otros, al respecto de un Brecht explotador de todos sus colaboradoras/es. La seducción se realiza por/en  los objetos seducidos y no creo que sea nada simple. Y el amor es una deliciosa neurosis entre otras muchas cosas. Tanto para Luxemburg como para Berlau el género era único, era el humano y era  la internacional; de acuerdo, pero las dos eran mujeres que señalaban lo insostenible de la agencia masculina de la autoría. Para Rosa Luxemburg, Lenin era un avaro emocional y Ruth llegó a decir que afortunadamente ella era comunista antes de conocer a Brecht y que siempre sería sentimental en cualquiera caso pese al pragmatismo dialéctico que llevaba a Brecht a sospechar de los sentimientos como activos revolucionarios. Los tiempos drásticos tienen esa crueldad.

Ruth Berlau intentó que su neurosis amatoria nunca tocaría negativamente el producto teatral y político que les unía, la tercera cosa (el comunismo) era más importante que nada. La esfera sentimental rodaría cuesta abajo.

Es casi imposible para nosotros entender eso hoy, son tiempos sin autoestima colectiva. El casino financiero y su ideología están expropiando hasta nuestra intimidad. Esa relación entre Brecht y Ruth solo puede ser observada desde nuestra pornografía del apego, quizá porque ahora nos falta esa tercera cosa que unía a Ruth con Bert.

Cuando llegué a Valparaíso por segunda vez en 2010, el primer día abrí un periódico y vi que Margot Honecker celebraba los 60 años de la DDR que había dejado de existir, anexionada por Kohl y sus socios federales, hacía 20 años. Más tarde supe que Margot tenía el mismo médico que Michelle Bachelet y eso me produjo la enfermiza curiosidad que me llevó a conocer que en los años 70 Michelle y Angela Merkel podían haber transitado por las mismas líneas de tranvías en Leipzig o Berlín. Sus educaciones sentimentales habrían tenido un lugar coincidente en un estado obrero degenerado, un intento de propiedad colectiva que soportó una maquinaria de vigilancia inaudita como fue la Stasi. Ahora ellas protagonizaban la versión  austericida por el lado alemán y  la versión de maternaje conciliador por parte chilena, pero en ambos casos las dos gestionaban políticamente el mismo capitalismo del desastre.

Con todos esos materiales me planteé trabajar en las claves de actualización, reificación y delirio. ¿Cómo soportar la insustituible neurosis del amor, la desaparición de la tercera cosa, de la tercera persona de nuestro plural, el poder absoluto del apego, el casino financiero y sus mayorías absolutas, la historia mentida, los intelectuales convertidos en guardias jurados de una mala fiesta, etc.? Lo soportaría con delirio.

Me reuní un invierno muy frío en Berlín con la actriz Rita So y trabajamos en lo que se presenta ahora, reducido en el tiempo y ampliado metodológicamente en un collage poroso. También volví a Chile, ya sin Bachelet en el poder, a grabar audios y más imágenes. Visité más tarde los archivos de Bunge, Berlau y los modelos de libro de Brecht en ADK.

Recomiendo el libro de Hans Bunge editado en español por Trotta y el de Grischa Meyer en Propiläen. El documental de Eric Friedler  http://vimeo.com/39841030  y el libro el final de Horn de Cristoph Hein que, me parece, narra mucho mejor que otros la atmósfera DDR. Hace más de un año que presenté como un primer fragmento de  Distancia, miento en Fotocolectania en Barcelona y que se expone ahora en el CGAC de Santiago porque forma parte ya de su colección.

Estos días en la galería he intentado que mi trabajo sea algo así como  el campo de trastorno del bumerang que va de la historia a la actualidad. Situado en el lugar adecuado, el espectador no tiene por qué agachar la cabeza, mirar la historia no debe dar miedo, ni siquiera cuando se repite. ¿Acaso conjugar el amor y el porvenir no es la mejor manera de repetirnos?

































El único audio de la muestra son tres fragmentos de la locución del proyecto, uno es una voz contraria, al estilo Müller, las otras dos voces son descriptivas, conviven con los intencionados brillos de la mesa y ese papel que nunca arde, que alude al poema premonitorio que Brecht escribió para Berlau Ceniza que nunca arde. De todo el trabajo me quedo con esa relación (del vídeo al collage) que planteo entre Casandra y Diógenes, parece que podemos cada vez más adivinar (deseándolo)  nuestro bienestar colectivo, pero, con toda esa certeza, sólo conseguimos una secuencia continua de síndrome de Diógenes, la vida de pantalla ha sustituido a nuestros espejos.

- Javier Peñafiel